Puntos fuertes

La obra no se anda con miramientos y es explícita en las vejaciones de los chicos. Intenta que el lector entienda la situación que se puede llegar a atravesar desde el punto de vista del acosado y cómo pueden llegar a tener ideas autolíticas.

El guión es premeditadamente repetitivo, mostrando una y otra vez la misma situación, lo cual hace que el lector pueda esperar, por la inercia de la estructura narrativa clásica, que la situación cambie, que haya un momento en el que el protagonista haga algo que cambie la situación, que se rebele, que lo cuente,… algo. Pero no sucede. Aunque llega a tener amagos de rebeldía, se muestra bien que los acosadores suelen contar con una ventaja numérica o de poder que les hace ir con seguridad.

La historia está ambientada a principios de los ochenta, si atendemos a la biografía del protagonista real. De lo que más llama la atención es ver la figura de una profesora que, con una actitud peyorativa, a pesar de que se presupone que no lo hace por una inquina personal, contribuye a la mella en el ánimo del chico, y a que sus propios compañeros se crezcan en sus mofas. La profesora, con comentarios del tipo «eres tonto» hace que la propia estima del niño se vea más afectada aún. El rol que se presupone debería ser protector se convierte también en agresor.

El guionista se toma una licencia literaria con lo que respecta a los teléfonos móviles. En los años ochenta no eran frecuentes, pero al tratar el tema del acoso escolar, en el que hoy día el teléfono móvil tiene un papel tan relevante, se ha incluido en esta historia como un elemento más, y que acaba resultando una importante fuente de estrés para el protagonista.

El papel de la familia también sale a la luz. Los padres ven que a su hijo le pasa algo, pero él por vergüenza no lo dice, y tienen que investigar activamente para poder ayudarle. En este caso concreto, el padre tiene un papel activo, y es decisivo con respecto a los acosadores.

En cuanto a recursos gráficos, hay algunos muy interesantes, como el uso de las risas llenando toda la viñeta y oprimiendo al protagonista; o en la parte final en la que un Iñaki adulto tiene una pesadilla en la que el adolescente acaba rompiendo su piel para dejar escapar a ese adulto que ya es seguro de sí mismo, ha dado una patada al suelo y no está dispuesto a dejar que nadie le falte al respeto.

Iñaki Zubizarreta fue jugador profesional de baloncesto y una vez finalizada su carrera se ha dedicado activamente a dar charlas motivacionales a los más jóvenes sobre el acoso escolar.