La levedad

La levedad

Autores/as
Catherine Meurisse
Título original
La levedad
Lengua
Castellano, original en Francés
Traducción
Lluís María
Número de páginas
133 páginas
Fecha de publicación
Abril de 2017
Editorial
Impedimenta, colección el Chico Amarillo
ISBN
978-84-16542-85-7

Tema

La levedad es el relato de recuperación emocional de Catherine Meurisse, periodista gráfica que perdió a sus compañeros de redacción la mañana del atentado en Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015. Ella salvó su vida por llegar tarde a la reunión de redacción de los miércoles, pero el shock por la pérdida de los amigos, la desmesura de la violencia a la que fueron expuestos y el consiguiente sentimiento de vacío interior y bloqueo creativo, la llevarán a buscar en la belleza del arte, la levedad del ser que le fue arrebatada.

Puntos fuertes

En La levedad, el hilo narrativo lo marcan los sentimientos y los recuerdos que la protagonista va recuperando; no existe por tanto, una temporalidad que guíe la historia, hay saltos al pasado, conversaciones imaginarias con sus compañeros, fotogramas de pesadillas nocturnas…

En cuanto al estilo, la autora utiliza un trazo ligero con el que es capaz de transmitir el estado emocional de los personajes, especialmente el suyo propio. Con líneas ondulantes, progresivamente mal definidas y más cercanas al garabato, da cuenta del nerviosismo, la ansiedad y el miedo que llegó a sentir. Hay que destacar también la atención que presta a la expresividad facial de los personajes; en momentos en los que el humor y la sátira sobrepasan la realidad, solo vemos la sonrisa en la cara de Catherine y sus compañeros. En la última parte de la novela se produce una mezcla de estilos, ya que se representa en grandes lugares de arte durante su viaje a Roma (sencillo para los personajes y realista para las obras de arte, pinturas y esculturas).

El color va cobrando protagonismo a lo largo de la historia, reservando su uso para los momentos en los que la autora se siente más serena y encuentra los lugares que necesita para recuperarse: una isla desierta en la que estar sola, una excursión a la montaña con una amiga,  Roma y sus innumerables rincones de arte y por último, el museo del Louvre. También predomina el color en las escenas de mayor shock emocional, como el atentado de la sala Bataclan, que la llevó a revivir muchas sensaciones del 7 de enero.

Podemos apreciar las siguientes metáforas en el transcurso del relato:

  • Tras el atentado, como periodista que es, a Catherine le toca trabajar en el nuevo número de Charlie Hebdo. Entonces se da cuenta de sus dificultades para crear, que nos transmite a partir de la imagen de un cerebro desconectado: aparece sujetando un cable con cada mano, representando la desconexión entre el hemisferio izquierdo (pensamiento racional) y el derecho (emociones y percepciones). Dice encontrarse en un bloqueo creativo: tiene ideas pero le resulta difícil llevarlas al dibujo: “no consigo situar a mis personajes en el espacio, acertar con las proporciones, con la perspectiva. Noto que mi cerebro tiene una zona afectada”.
  • Después de unos días emocionalmente complicados (trabajo en la redacción sin los de siempre, manifestación del 11 de enero contra el terrorismo, escolta policial continua…), Catherine echa de menos “un abrazo especial”, un momento en el que dejarse llevar y expresar lo que realmente le pasa, que sencillamente es que no puede más. Aparece así una secuencia de imágenes en las que se hunde en el abrazo de su compañero y poco a poco, su cuerpo se convierte en una fuente de lágrimas. Percibimos cómo se derrumba y lo importante de tener personas a tu lado que te sostengan en esos momentos.
  • Por cuestiones de seguridad, es sometida a vigilancia continua incluso de noche. Esto le hace sentir que ha perdido su libertad; “mi libertad ha muerto”, grita repetidamente, hasta que toma una dosis de psicofármacos y un peso enorme cae sobre ella y la aplasta.
  • El nuevo ataque terrorista en la sala Bataclan provoca un resurgimiento de sentimientos que, aunque no la pillan desprevenida esta vez, atraviesan como un rayo al personaje.
  • Durante su retiro a la Residencia de los Medici, Catherine asocia obras de arte que reflejan agonía o sufrimiento con escenas de los atentados: su percepción se ve condicionada por el trauma. De hecho dice reconocer en las esculturas a todas las víctimas de los ataques, estableciendo incluso puentes entre el pasado y el presente. Así denomina “joven decapitado” a una obra que representa a una mujer dormida, se pregunta si un control de bolsos podría haber salvado a Mesalina (tercera esposa del emperador Claudio) de su asesinato, o compara las etiquetas del inventario de estatuas del almacén con las etiquetas de triaje del Servicio de Emergencias.

Por qué es medicina gráfica

Esta novela gráfica podría ser de utilidad para pacientes que hayan vivido una situación traumática, así como para sus familiares, además de para profesionales sanitarios y estudiantes. Ilustra con la sinceridad de quien lo ha vivido el proceso de un shock postraumático y lleva al lector a empatizar con la reacción que experimentan las víctimas ante la barbarie.

A lo largo del relato aparecen situaciones en las que podemos identificar síntomas clínicos del trastorno por estrés postraumático, lo cual sería de utilidad para profesionales y estudiantes en la elaboración de clases o seminarios sobre el tema, así como para pacientes para identificar su vivencia de enfermedad. Algunos de estos rasgos son:

  • Amnesia postraumática: Catherine asegura perder la memoria tras trabajar en el número de la revista posterior al atentado. En los días sucesivos trata de recordar las últimas conversaciones que mantuvo con sus compañeros fallecidos y le faltan fragmentos.
  • Terrores nocturnos: afirma tener siempre la misma pesadilla; huye de su casa en bicicleta hasta caer por un precipicio del que logra salir a flote perdiendo su equipaje, “10 años de equipaje”. Es lo que en términos clínicos se denomina reexperimentación persistente.
  • Afasia postraumática: mientras que ella creía haber transmitido a su familia la idea clara de “en Charlie ha ocurrido algo, estoy en un lugar seguro, no encendáis la tele”, su madre pasado un tiempo le confiesa que dijo “ha ocurrido algo seguridad tele no encendáis”. Ambas concluyen que el terrorismo es el enemigo declarado del lenguaje.
  • Disociación: en una escena con el psicólogo, este le explica que es víctima de un shock postraumático, que le ha llevado a sufrir anestesia sensorial, emocional y amnesia: “el estrés genera tanta adrenalina y cortisol que podría resultar mortal. El reflejo de supervivencia del cerebro en tales situaciones consiste en ponerse en estado de disociación”.

Hay un momento en que Catherine dice que los psicólogos les han advertido de que “nadie, (ni familiares ni amigos, por mucha voluntad que pongan), entenderá lo que les ha ocurrido y se sentirán muy solos”. Es un hecho que percibimos en el transcurso de la historia; la labor de familiares y amigos es acompañar, pero el recomponerse es una experiencia y tarea individual.

Por otro lado, ofrece una crítica a la imposición de un duelo social. Frente al minuto de silencio tradicional, asegura que “necesitamos un siglo de gritos y de cabreo”.

Uno de los aspectos más interesantes de la obra es el valor terapéutico que supone la belleza para Catherine. En un principio encuentra alivio en “ver”: ver el mar, los árboles, el cielo, la pintura, la luz…Frente al vacío y el bloqueo en el que se encuentra, piensa que experimentar el síndrome de Stendhal (el desmayo sufrido frente a un aluvión de belleza) puede salvarla. Por ello decide marcharse a Roma, lugar de belleza, arte y memoria, que son sus carencias tras el episodio del atentado. Así concluye al final de la novela, ya serena en una luminosa playa, haber experimentado el síndrome de Stendhal al revés: primero, el desvanecimiento por el shock; segundo, la obsesión por la belleza al despertar; y por último, la reanimación de la razón y la recuperación del equilibrio, la percepción y la memoria.

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